La historia es narrada por un hombre que vive con su prima y tía en el Valle de la Hierba Irisada, un paraíso lleno de fragantes flores, árboles fantásticos y un «Río de Silencio».
Después de vivir así por quince años, el amor llegó a los corazones del narrador y de su prima, Eleonora. El valle reflejaba la belleza de su joven amor.
Las pasiones que durante siglos habían distinguido a nuestra raza llegaron en tropel con las fantasías por las cuales también era famosa, y juntos respiramos una dicha delirante en el Valle de la Hierba Irisada. Un cambio sobrevino en todas las cosas. Extrañas, brillantes flores estrelladas brotaron en los árboles donde nunca se vieran flores. Los matices de la alfombra verde se ahondaron, y mientras una por una desaparecían las blancas margaritas, brotaban, en su lugar, de a diez, los asfódelos rojo rubí. Y la vida surgía en nuestros senderos, pues altos flamencos hasta entonces nunca vistos, y todos los pájaros gayos, resplandecientes, desplegaron su plumaje escarlata ante nosotros.
Edgar Allan Poe, Eleonora
Eleonora, sin embargo, estaba enferma - «había sido creada perfecta en su hermosura sólo para morir». Ella no teme a la muerte, pero teme que el narrador abandone el valle después de que muera y le dé su amor a alguien más. El narrador le jura que, con «el Amo del Universo» como testigo, nunca se unirá en matrimonio con «ninguna hija de la Tierra».
Tras la muerte de Eleonora, el Valle de la Hierba Irisada empieza a perder su lustre y calidez. El narrador decide partir a una «extraña ciudad». Ahí conoce a una mujer llamada Ermengarda, con la cual se casa sin ningún sentimiento de culpa. Eleonora pronto vivista al narrador desde la tumba y manda sus bendiciones a la pareja. «Estás libre,» dice ella, «por razones que conocerás en el Cielo, de tus juramentos a Eleonora».
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